20/3/07

La historia gráfica de ABC

A propósito de las Jornadas de Fotoperiodismo, Edición y Diseño en Prensa de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, gracias al profesor Pérez Cuadrado iniciamos una serie de artículos sobre al diario ABC.

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Historia gráfica de ABC (I)
Que la fotografía y los periódicos se deben favores mutuos parece fuera de toda duda. Es cierto que tuvieron que vivir separados durante mucho tiempo y que muy a finales del siglo XIX se encontraron gracias al engaño de los medios tonos, para no separarse nunca jamás. Hemos dicho engaño. Porque la foto en los medios impresos es un engaño nacido de la tecnología, mediante la que podemos apreciar como tono continuo aquello que no es más que puntos negros en una superficie de papel malo. Pero, ¿a quién le importa?
Lo verdaderamente clave para quienes nos dedicamos al mundo de la información y para quienes reciben los mensajes es que la simbiosis del texto y la imagen en nuestras publicaciones cotidianas ha demostrado tal capacidad de comunicación que, aun hoy, podemos recordar nítidamente sucesos acaecidos años atrás porque esa imagen impresa en papel de periódico ha dejado nuestra retina impresionada para siempre.
No hacen falta ejemplos. Todos recordamos fácilmente algunos. Este artículo quiere detenerse en uno de esos impactos que la memoria colectiva retiene y que, desde infinitos puntos de vista (sociales, políticos, técnicos, escandalosos, espectaculares o divertidos) forman el bagaje más esencial de lo que conocemos como Fotoperiodismo.
En 1906 ABC era un diario joven. Nacido como semanario en 1903, no sería hasta el primero de julio de 1905 cuando hiciera su aparición diaria con el empeño de su fundador, Torcuato Luca de Tena, que arrastraba ya la experiencia exitosa de una publicación como Blanco y Negro.
Don Torcuato quería hacer un periódico diferente y no duda, desde el principio, en procurar los medios más modernos para conseguirlo. Entre ellos, la fotografía destacaba con autoridad a principios del siglo XX, aunque muchos periodistas tradicionales consideraran entonces que aquello no era serio.
La idea del dominio de noticia a través de la imagen lleva al periódico a proponer a sus lectores un curioso reto. La boda del entonces rey de España, Alfonso XIII, será la ocasión. El 31 de mayo el diario publica el siguiente anuncio: “ABC abonará 25 pesetas por cada fotografía de la comitiva regia que acepte y publique en su número del viernes”.

La comitiva, desde la iglesia de los Jerónimos, llegaba al Palacio Real a través de la calle Mayor. A la altura del número 88, Mateo Morral, un anarquista llegado desde Barcelona pocos días antes, lanza una bomba desde el quinto piso de una casa de huéspedes. Al día siguiente, una única fotografía, firmada ‘Foto Mesonero Romanos’ y publicada en exclusiva por ABC en portada capta la explosión de la bomba con los caballos despanzurrados y las víctimas del atentado. La primicia del rotativo es sensacional.
El autor de la fotografía, Luis Mesonero Romanos, es un estudiante que había aceptado el reto de ABC con una máquina que su padre le había regalado. Y llega al diario con el negativo que dará la vuelta al mundo y será considerado en su tiempo “el éxito informativo más grande que se conoce en los anales de la Prensa”.

A ABC no le queda más remedio que puntualizar en su editorial del día siguiente: “La fotografía del atentado produjo sorpresa general. Hubo escépticos que preguntaban con deje malicioso si sería efectivamente fotografía o dibujo. Ignorante se necesita ser para confundir tal cosa. Casualidad o no, fotografía es la que, reproducida en nuestras columnas, ha originado el éxito más grande que se conoce en los analaes de la prensa universal”.


Pero Mesonero Romanos no fue el único que colocó su cámara al paso de la comitiva real. Nombres de prestigio en el mundo fotográfico como el de Fraseen, Díaz Casariego o Goñi ofrecieron documentos gráficos de calidad, pero ninguno como el del estudiante madrileño.
Luis Mesonero Romanos se había situado en el Pretil de los Consejos, en la calle Mayor; y disponía de un buen ángulo, pues la carroza real tuerce para enfilar la calle de Bailén hacia Palacio. No llegaría a hacerlo.
No parece tan descabellado como decía ABC entonces que muchos lectores pensaran que esta primera exclusiva fotográfica fuera un mero dibujo. Por muy diversas razones. Primero, porque la mayoría de los diarios no daban fotos. No podían hacerlo técnicamente y, lejos de valorarlas, preferían tildar a quienes las ofrecían como periódico de ‘monos’.
También porque la alta especialización y destreza de los grabadores cuyas ilustraciones acompañaban habitualmente la palabra impresa habían conseguido reproducciones realistas tan precisas que no hubiera sido extraño recrear el atentado para un público ávido por saber más sobre el tema al día siguiente.

Pero no. Era efectivamente fotografía la imagen que, impresa en las páginas de ABC para deleite de lectores y satisfacción de don Torcuato, marcaría el camino que prensa y fotografía habrían de seguir durante todo el siglo XXI.
Pedro Pérez Cuadrado

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