17/5/06

I ANIVERSARIO: PEDRO PÉREZ CUADRADO

30 años son nada

Me pide Paco Oca una reflexión sobre lo que ha sucedido en el diseño de periódicos en los últimos años para conmemorar el primer aniversario de Maquetadores y me viene a la memoria una conversación con una de mis alumnas de Periodismo de hace unos años y que, desde entonces, ha venido realizando prácticas en diferentes medios, tanto impresos como audiovisuales.
“Después de trabajar en un diario –me dice esta alumna– fue una desilusión trabajar en la televisión…[pongo cara de extrañarme y ella quiere rectificar sobre la marcha]… no, no, si me lo pasé muy bien. Pero me di cuenta de dos cosas: que si no tienes imágenes no tienes noticias, y que, aun teniéndolas, es tal el proceso de elaboración que acabas tergiversándolas irremediablemente. Y encima –concluye– escribir más de dos párrafos es prácticamente imposible”.
Como reflexión, me parece genial. Por lo simple, si quieren. Y porque nos viene al pelo para contar lo que ha venido sucediendo en la prensa que, dicho sea a modo de introducción, no ha hecho más que evolucionar su imagen al hilo de sus contenidos. Me explico.
¿Cuántas veces hemos oído el dicho de que cuando un nuevo medio aparece no supone la desaparición de otro antiguo? Muchas. Y la realidad está ahí para demostrarlo. Pues el medio más viejo de todos es la prensa. Y la aparición de la radio y la televisión nunca supuso la eliminación de los periódicos. Pero sí una readaptación. De hecho, todo el mundo decía que ‘Usa Today’ era el diario televisivo por excelencia. Por el cambio que suponía una nueva estructura en la información (cuadernillos), por la precisión en la extensión de las informaciones, y por la calidad de su reproducción (también en color) que acercaba el papel prensa a la pantalla televisiva.
Luego nació Internet y la respuesta de la prensa no se hizo esperar: los gratuitos. Es como si el papel impreso tuviera un poder camaleónico de adaptación innato. Los cambios han vuelto a venir en el mismo sentido: otra vuelta de tuerca a la estructura de la información, que ahora empaqueta lo mismo en menos páginas; informaciones muchísimo más cortas; y tecnología que lo hace posible.
La idea, a mi juicio, se desarrolló de la manera que les cuento. Internet, de entrada, copió los contenidos (y los diseños eminentemente textuales) de la prensa escrita. Entre otras razones, porque su capacidad de banda, su capacidad de difusión, no daba para más. E insistieron sólo en volcar a la Red los diarios impresos a la espera de encontrar un modelo de negocio al que no le gustaban los banners y que acabó como el rosario de la aurora y muchos diarios digitales sufrieron la burbuja web.
Pero aprendieron mucho, y lo que es mejor, afilaron sus armas a medida que la tecnología y el nuevo software les permitía acercarse a modelos más visuales que, además, exigían menos esfuerzo: menos resolución a la hora de la producción del trabajo, menos tiempo de realización, actualización constante…
Entretanto, los escandinavos –y detrás todos los demás– se lanzaron al diario gratuito en la idea de que, aunque tuvieran que sacrificar el modelo de negocio tradicional que vendía el mismo producto a diferentes clientes (lectores y anunciantes), al menos lograrían un hueco en base a:
No cobrar por la información. Igual que Internet.
Subsistir sólo con la publicidad.
Imitar modelos que nacen en la Red (weblogs, bitácoras…) e interconectarlos con el diario papel.
(Al respecto, leo en estos días que ‘El País’ propone un modelo a medio camino red-papel en formato pdf que ya utilizó ‘El Mundo’ y que supone otro modelo de gratuito que se actualiza las 24 horas en la red y que cada cual puede imprimirse cómo y cuándo desee.)
No debemos olvidar que todo este proceso se está haciendo a partir de sistemas de digitalización impensables antes de 1985 y que sirven para todos los procesos de diseño, preimpresón y puesta en página sea cual sea el modelo. Lo que facilita el traspaso de estructuras informativas de un medio a otro. Podemos concluir que es ahora el medio papel el que copia las soluciones de Internet, pero también que, de la misma forma, la televisión también los usa (las infinitas particiones de la pantalla así nos lo demuestran) y exporta sus propias soluciones.
Después vienen los gurús del diseño y nos dicen que el nuevo lector de diarios no se limita sólo a un medio. Es capaz de prestar atención a varios a la vez. Escucha su mp3 a la vez que lee el gratuito en el metro; navega por Internet mientras escucha las noticias de la radio… es la fragmentación de la información llevada a extremos impensables. Y nos dicen que precisamente eso se traduce al diseño de la información. ¿Cómo? Con muchas noticias que son cada vez más escuetas y con un bombardeo de imágenes minúsculas que somos capaces de interpretar más rápidamente.
Pero no me malinterpreten. Estoy hablando de medios diferentes que globalizan su estética y de productos diferentes bajo el genérico ‘prensa’. No es lo mismo el producto ‘La Vanguardia’ que el producto ‘20 Minutos’, por poner dos ejemplos muy conocidos. Y su diseño tampoco es el mismo. Aunque acaben copiándose soluciones formales, su intención informativa nunca les hará ser siquiera parecidos. Tengo un amigo que dice que lo del diseño de periódicos tiene mucho de cultura culinaria y que para que las guisos sepan de otra forma lo fundamental es que tengan diferentes ingredientes.
Lo mismo que quería decir mi alumna sobre la diferencia entre trabajar en un diario o en la televisión. Porque cada uno tiene su público, su interpretación del mensaje informativo y, como punto final, su diseño. En estos últimos 30 años la imagen de los diarios ha cambiado. Como resultado de la evolución tecnológica sin la cual sería imposible muchas de las soluciones que estamos adoptando. Pero sin duda de forma diferente en cada caso para abastecer a una audiencia cada vez más segmentada y que es, en última instancia, la que coloca a cada uno en su sitio. Al tiempo.
Asi que creo que para los próximos años el diseño de la información y de la prensa en particular va a estar muy mediatizado por:

1.- La fragmentación de la información.
2.- La retroalimentación de todos los medios entre sí. Con soluciones específicas de unos en otros.
3.- Predominio de lo visual sobre lo textual. Sobre todo por el menor esfuerzo que empleamos para descifrar los códigos icónicos.
4.- Una fuerte utilización del significado del color (ya se hace de hecho) para mantener el ritmo de la publicación, incidir en la jerarquización, e identificar espacios: lo que ahora también conocemos como navegabilidad.

Pedro Pérez Cuadrado
Profesor de Diseño Periodístico de la Universidad San Pablo CEU

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